Dinámica. Así es como definiría esta película alemana que nos descubre algunos entresijos del funcionamiento de los regímenes totalitarios. Con un título sugerente, “La ola” comienza por ser un experimento de clase de un profesor de instituto con un cierto complejo de inferioridad y termina siendo un explosivo para los jóvenes integrantes del grupo.

La realización y el montaje están muy conseguidos. Presentan planos duros en el más estricto sentido de la palabra, más que duros, casi cortantes.

La progresión de “La ola” viene marcada por las pautas que el profesor va dictando a sus alumnos. Primero, la disciplina. Segundo, el uniforme. Tercero, el nombre. Cuarto, el saludo. Quinto, el descontrol.

Pensaba encontrarme con unos personajes más dimensionados, más modelados en cuanto a perfil, pero resultan un poquitín estereotipados a pesar de los esfuerzos por que esto no sea así.

No es que el tema esté manido, que lo está. Lo que quizás resulta más atractivo del film es que el experimento se llevó a cabo en la realidad por el profesor Ron Jones en un instituto de California. Los alumnos de este instituto reaccionaron muy positivamente ante las exigencias del profesor. Y el experimento -ideado para un solo día- duró más de cinco y tuvo que ser suspendido por obligación.

Lo que más asusta es la sencillez con la que se puede implantar un sistema de creencias que refuerce la pertenencia al grupo y que afecte al normal desarrollo de los acontecimientos.

Alguien dijo una vez que ninguna ideología está por encima del ser humano. Pero el ser humano es tan débil que – a veces- cualquier ideología es apta para esconder las propias carencias, los propios defectos o las necesidades de las que nos avergonzamos. Porque este – y no otro- es para mi el verdadero tema de esta película.

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